Karla González, experta en psicología, asegura que tener un amigo imaginario durante la primera infancia es normal y no perjudica a nadie. Es más, le sirve al pequeño como soporte emocional.
Si frecuentemente encuentras a tu hijo en largas conversaciones, jugando, riendo con alguién que tu no ves, no debes preocuparte, es su amigo imaginario. Una persona creada por él, con su nombre y personalidad que seguro le va a hacer compañía por algunos meses o quizás años.
Los niños establecen los límites entre la fantasía y realidad alrededor de los seis y siete años de edad. Antes de eso ellos necesitan de espacio para dar alas a su imaginación, para vivenciar sus fantasías. El amigo imaginario puede aparecer en los niños entre los dos y tres años y puede prolongarse hasta los siete u ocho años de edad. Muchos niños describen a estos invisibles amiguitos, dando detalles de su ropa, de sus juegos y afirmando que realmente existen. Este comportamiento es normal. Para el niño el amigo existe y es decepcionante percibir que los padres no crean en su inseparable coleguita.
Esos amigos son fruto de la imaginación, le hacen compañía y le sirven de escape emocional reduciendo muchas veces la ansiedad y el estrés del pequeño. Los amigos imaginarios también surgen como respuesta a las idealizaciones e ideas positivas. Junto a estos personajes tienen espacio para satisfacer sus anhelos y deseos, en general, en esas instancias pueden satisfacer algunas necesidades que no tienen en su entorno habitual.
Algunos estudios señalan que los niños que tienen amigos imaginarios serán más creativos cuando grandes y se acercarán al arte, a la poesía y en general, a expresiones del tipo artísticas. Por lo mismo, se ha visto que estos niños están más alejados de tener conductas agresivas
Los amigos imaginarios aparecen sobretodo en hijos únicos, con hermanos mucho mayores que él o antes de ir a la escuela. Normalmente cuando los niños comienzan a participar en actividades sociales con los compañeros de su edad, el amigo imaginario va haciendo visitas cada vez más distantes hasta ser totalmente olvidado. Por más que los padres jueguen con el niño, no suplen la necesidad que ellos tienen de relacionarse con sus “iguales”.
Un pequeño puede “inventar” uno por varias razones. Una podría ser porque le trae autorrealización, por ejemplo: “hay una monstruo en el clóset, pero mi amiga Jacky lo espantó con su varita mágica”.
También le puede servir para proyectarse: si “Juanito” (el amigo imaginario) no quiere que apaguen la luz, es muy probable que su inventor le tema a la oscuridad.
Y por último, González menciona la función de “chivo expiatorio”. “Yo no me comí esas galletas, fue Pinky, el duendecito”. En estos casos, González resalta la importancia de enseñar al pequeño a que asuma la responsabilidad de sus actos y a que aprenda de sus propios errores.
Si la situación lo amerita, será necesario encarar al niño y hacerle ver errores o malas conductas cometidas por él y no por su “amiguito imaginario”, sin por ello estropear su imaginación.
Los amigos imaginarios pueden ser de distinta naturaleza, como personas u objetos, peluches, monos o personajes inventados. Y es con ellos con quienes el niño tiene un espacio para conversar, jugar y pelear.
En general, se supone que los amigos imaginarios tienen una función positiva para los niños en momentos en que ellos no son capaces de expresar bien sus sentimientos. Incluso hay ocasiones en que sus propios sentimientos negativos se los atribuyen a ellos.
¿Qué deben hacer los padres?
El principal consejo para ellos es que entiendan que no es algo patológico ni anormal y que deben estar cerca del niño para acompañarlo y así saber qué es lo que necesita o qué está queriendo compensar con su amigo imaginario.
No es bueno negarles que existe; sino que deben incorporarlo de una manera muy sutil, cosa de no alentar al niño y que no sea una conducta que mantenga en el tiempo. Tienen que preguntarle en qué lo ayuda este amigo imaginario y qué cosas hace él para que los padres sepan qué busca y qué está expresando a través del amigo imaginario.
Los padres deben comprender que el amigo imaginario refleja alguna carencia del niño, como que necesita socializar o pasar más tiempo con las personas que lo aman.
Las especialistas aconsejan buscarle actividades para que se relacione con niños de su edad. De esta manera, el pequeño aprenderá a socializar, saciará sus necesidades de juego e irá olvidando a ese amigo imaginario, que en algún momento le fue útil.
Si se extiende en el tiempo y a pesar de que el niño ya está en el colegio no sociabiliza con sus compañeros, si tiene una conducta retraída podría transformarse en un problema. Al igual que si su amigo imaginario se tornan violento o si el niño se posesiona de un algo que tiene que ver con conductas agresivas. En ese caso se debe consultar a un especialista.
El amigo imaginario debe preocupar a los padres cuando el niño prefiera quedarse a jugar a escondidas con él que a jugar en compañía de amigos reales, o si pierde el interés por los paseos con la familia y prefiere la compañía del amigo imaginario. En estos casos es mejor buscar consejo con un especialista en Psicología infantil.